EL SEÑOR DE LA BARBA BLANCA




 El señor de la barba blanca no es más que un hombre. Se pasea por Madrid con el mismo arrojo, modales y "astucias" que empleamos los madrileños; salvo una diferencia encubierta en una especie de teatro titiritero, que tiene como epicentro él mismo y sus ideales.

Su aspecto infunde temor ¡lástima! ¡respeto!; uno se queda impasible al verlo sin saber con cual de los tres adjetivos quedarse. Y además, ¿para qué...? Es un señor de unos sesenta, de facciones duras, que asoman una sombra de atractivo juvenil. Ojos, (algo saltones), profundos grandes, ¡y escrutadotes!; de una expresividad perturbadora. Delgadez extrema pero saludable, fuerte; alto, y con una larguísima barba blanca que le cubre parte de las mejillas. Una al verle no puede evitar recordar los magos de "El señor de los anillos"; por no "volar" a personajes de más peso como papá Noel en flaco, o algunas estampillas del mismo Dios. Y tiene algo de mendigo también... a pesar de ir bien vestido. Con un toque hippie quizás.


Encontré a este personaje hará dos años en el Conde Duque, justo frente una tablilla explicativa sobre costumbres de dioses romanos. Mi mente estaba lejos, sin embargo, de lo que leía. Abstraída... noté su presencia a menos de un metro de mí... ¡Y por unos segundos me hice creyente! Tal es la impresión que causa... ¡Su imagen era idéntica a la pintura del dios Marte que estaba viendo en ese momento! Saca algo del bolsillo: boli y papel, y escribe... "¡Eres bella!". Bajo la autoridad de su presencia comprendí que no se trataba de un simple piropo; trataba de indagar en mí...

Ese fue el comienzo de todo un extenso diálogo boli-papel, pues el señor es sordomudo, (o eso dice ser). Expresándose mediante, tópicos refranes y frases hechas; utilizándolas como herramientas para descifrar mis impresiones... Me lleva a su terreno. Como me reservo la información de dicha conversación pongo ejemplo: aprovechando esa manía de envilecer, (y engrandecer), la religión y su inconfundible lado místico, ¡él habla de Dios!, que hay que tener fé... Para acto seguido decir: "la religión solo es el opio del pueblo". Utilizando los tópicos y las contradicciones como meras herramientas para calar mejor en la gente...

Hora de cierre del local y de nuestra conversación. ¡Saca una uva del bolsillo y me ofrece la mitad! "Y tú ¿qué das?", me dice; respondo: "yo te he dado mi nombre y mi atención, nada material". ¡Articula un gesto colérico!, y... "tu atención no tiene valor a los ojos de Dios si no lo demuestras". Yo: "¡pero la uva es material!"; él: "un beso un abrazo también son materiales, lo que importa es la intención de dar". Vuelve a ofrecerme la media uva, digo que me la comeré más tarde; no me cree. ¡Y falsamente enfadado se da media vuelta y se marcha...!; habiendo captado ya el posible motivo de mis preocupaciones, ¡y no sólo eso...! Sin decirle nada fuera del ámbito "conversación entre desconocidos"; me llevó a una conclusión que hacía tiempo que estaba buscando... ¡Acertó de lleno de principio a fin en mis preocupaciones sin que yo le especificara nada!

¡No no, no hablo de magia potagia1, ¡nooo! Me refiero a esa capacidad psicológica, a ese fraseo tramposo que hacen de algunos verdaderos genios de la comunicación. Un pastor evangélico, ¡líder político ingenioso mago...! Una facultad tramposa sin duda pero... ¿tan mala si esconde un auténtico espíritu de reforma social?

¡No pude evitarlo mi impresión fue demasiado vivaz...! ¡Le persigo! Y alucino en mi persecución....

Es relativamente normal que a mí, persona impresionable y sensible, me afecten este tipo de cosas. Lo que no es lógico es que todo el que pasa al lado de este carismático y estrafalario señor... ¡se le queden mirando con una mezcla de sorpresa temor y curiosidad!

Un grupo de adolescentes, de botellón: él a menos de un metro; mirándolos, expectante... Los chavales ríen. es un grupo numeroso; él un hombre solo. Pero sigue mirando impasible... ¡se callan! Ha ganado. Lo más extraño del asunto es que, tal es el respeto, ¡que los chavales se desplazan a unos metros del anciano (con guateque incluído)!; unos doce o trece chavales achantados por un viejo. Y  ninguno de ellos se atrevió a hacer un ademán, un comentario despectivo, ¡ni una miradita burlona! Lo mismo sucedió con los adultos; ¡los para en plena calle!, no a todos, solo a unos elegidos. ¡Y acierta de lleno!, todos los afortunados se enzarzan en discusiones boli-papel con este perfecto desconocido. A dos les dio uvas; ¡y ambos se las comieron!

De repente... ¡fui consciente de que el inteligente señor sabía que le seguía, (¿desde cuándo...?)! ;aceleró el paso mirando, "nerviosamente", a los lados; ¡nunca hacia atrás! Tuve que llamarle, (como sin duda esperaría): ¡ y se giró con una sonrisa de oreja a oreja! Mirándome a los ojos con expresión de agradecimiento, como diciendo: "¡ya sabía yo que me seguirías!"; y la conversación gira entorno a lo mismo de antes. Me ofreció otra media uva; y cuando vio que nuevamente no me la comía...¡volvió a hacerse el ofendido y a dar media vuelta!

Desde entonces he coincidido tres veces, la última estando con mi chico, del que tanto le hablé sobre esta "¡revelación profética!"; esta vez acompañado por una señora china y minusválida, (por la forma en que se miraban, su pareja). ¡Y a R. también le impactó el personaje! Coincidimos en que a través del juego de palabritas veía el fondo del asunto, ¡de las personas...! Captó a la perfección cuando mi novio le llamó farsante haciéndose pasar por un sorprendido pupilo; con la misma inmediatez cuando sus grandilocuencias ocultaban sinceridad. 

El mismo final; sólo que yo esta vez fui menos impresionable y le respondí: "es de sabios dar, pero cuando no supone siempre un sacrificio". Entonces... con su habitual manipuleo: ¡me felicitó! ¡Sus ojos irradiaban cariño y gratitud, (y ego...), por "haber entendido" su mensaje "en morse"! Me estrechó la mano con tanta fuerza como se empeñaba en ser un guía espiritual... ¡Y nos invitó a cenar a su casa!, (espero que más por mi que por R). Lo gracioso es que, a pesar de que R. y yo hacía dos semanas que no nos veíamos, estuvimos seriamente tentados de aceptar su invitación. Pero al final pudo la desconfianza, un desconocido, su aspecto...

Nos dio un afectuoso abrazo y se fue.

Desde entonces no he vuelto a ver a mi ángel de la guarda; ¡pero se me ha venido a la memoria en numerosas ocasiones, como hoy! Y esta vez para suscitarme lo que, quizás... fuera la causa de su conducta:

Quiero creer, (¡estoy dispuesta a creer!), que no fue solamente por razones de ego, por "imponer" sutilmente sus ideas... El hombre de la barba pretende llamar la atención y ser un gurú, sí; pero para que salgamos de nuestro propio cascarón. Piensa que nos falta humanidad, saber escuchar a los demás, (defecto que igual él mismo padece). El egocentrismo, es el principio de las depresiones, aptitudes de superioridad, inmoralidad… (etc etc) de nuestros días. Así que él intenta sacarnos de nuestro estúpido caparazón a través de un lenguaje que comprendemos: el misterioso-bacilón; utiliza ese aspecto, esos modos, para SORPRENDERNOS. Porque  lo nuevo y fascinante es el germen de un cambio de mentalidad. Y sí, además, pretende mejorar el mundo utilizando nuestro propio lenguaje y modales... ¡Entonces los ideales no son solo cosa de "tontorrones" e "ingenuos"!

Esa es la conclusión y enseñanza que yo saqué de ese hombre. No me descubrió el mundo, ni dio un giro de 90 grados a mi existencia, (puesto que el 90% de "mi aprendizaje" de pupila se debe a mi imaginación e idealización de lo positivo de las personas). Pero precisamente si él no hubiera estado ahí... ¿cómo contaría esto?; ¿qué "excusa" pondría...? De no habérmelo encontrado en ese momento, sencillamente, hubiera desistido de encontrar a gente tan extraordinariamente "humana" e interesante. Pues precisamente se cruzó en mi camino en uno de esos momentos en que tomas decisiones a largo plazo... Puesto que me devolvió parte de mí misma; quizás la que mas aprecio: los auténticos ideales y la capacidad de creer en que los demás, (realmente), pueden "enamorarme". 

Y aunque ¡ni de coña! me veo con esa vitalidad y "locura", (o trágica cordura), a los sesenta años; ya tengo un modelo para mi jubilación: ¡yo de mayor quiero ser como el hombre de la barba blanca! Nunca hay que dejar de creer de soñar, como más lejos mejor... Un loco de la vida me lo recordó..






2 comentarios:

DaviD dijo...

Yo también estuve con él toda una noche pues me invitó a cenar y estuvimos charlando toda la noche a su peculiar manera.Me alegro haber encontrado a alguien que le haya conocido y así asegurarme de que no estuve soñando.

Laura Gomila dijo...

¡Vaya otro como yo!, un ser realmente increíble ese hombre.