UNIVERSO Y TRANSCENDENCIA


 Hoy estuve con unos amigos en el Planeario y me acordé del enorme consuelo que siempre me ha proporcionado pensar en su terrorífica grandiosidad. Unas dimensiones, unos peligros, una magneficiencia que escapa a nuestro entendimiento; que jamás podremos dominar. Es inevitables sentirse minúsculo e insignificante ante semejante Monstruo. Pero esta consciencia de insignificancia no me hace sentir mal, ¡me reconforta! Puesto que cuando alcanzas a entender que no solo "tú", ¡todo el planeta", ¡el sistema solar!, puede desintegrarse si se entromete en su ruta un rayo gamma o una supernova... Tu sentimiento de inferioridad responde a razonamientos lógicos, inteligentes.

Si hay algo "inmortal" (a escala humana lo es), seguro e innegable, es la tierra que pisamos. Hasta el Dios abstracto, (pero casualmente con propósitos humanos), de los "creyentes" tiene un principio en el Universo. A no ser que equiparemos éste con aquél. Lo que sería bastante sensato.

Cuando buscamos a Dios lo hacemos con el propósito de pervivir eternamente; ¿y hay algo más eterno y reconfortante que la clarividencia de pensamiento? La realidad es permanencia, somos nosotros, nunca nos abandonará aunque la moldeemos a nuestro antojo. Y la realidad es que somos una conjunción de átonos (incontrolables) capaces de crear algo tan maravilloso como la vida. No solo eso, nosotros, nuestros átomos; crearán nueva vida, o cosas, cuando muramos. Son eternos y es una realidad, no una hipótesis ni una abstracción.

¡Cierto!, la idea de "volver" a formar parte del ciclo natural es bonita y real, ¡pero triste de cojones! No obstante... la alternativa es el autoengaño, creer en segundas "vidas" de las que no tenemos una certeza científica. Teoría que nos proporciona un consuelo a medias; puesto que nos hace sentir débiles. Y cuando nos sentimos débiles nos sentimos finitos, cercanos a la nada (la muerte), ¡justo lo contrario a como deseamos percibirnos! 

Si no podemos escapar a la realidad universal: que somos una mota de polvo, que todo lo que no sea minúsculo (a su escala) se escapa de nuestro control... ¡Qué menos que sentirnos fuertes aceptando nuestro papel! En el presente, mientras estamos vivos y podemos saber qué es sentir, razonar, emocionar... ¡sacando provecho de las experiencias maravillosas de nuestra finitud! Puesto que más allá de nuestra carne viva, no tenemos ninguna certeza de que podamos identificarnos como "yo"; lo único que sabemos es que nuestras partículas sin nombre estarán en permanente creación, son inmortales.